Creo que en este país está pasando algo parecido a aquel cuento de la niña que decía «¡que viene el lobo, que viene el lobo!», y nunca venía el lobo hasta que un día lo dijo de verdad y los pastores no le hicieron caso, así que vino el lobo e hizo un destrozo. Lo digo porque si tu das muchas alertas rojas y no pasa nada, un día pasa y nos coge desprevenidos. La AEMET dio alerta roja en Valencia, si la dio, y la gente no se la tomó en serio, así que la alerta debía haber sido confirmada por avisos a todo el mundo recomendando a la gente no salir de sus casas. Bueno, lo cierto es que vino el lobo y se los comió. Claro, cómo controlar 400 litros por metro cuadrado y un caudal de riada cuatro veces superior al del Ebro, el rio más caudaloso de España. Imposible. Y ahora vienen los otros tsunamis, el de las lágrimas, el de las responsabilidades políticas, todos echándose la culpa del desastre y todos culpables, y el tsunami de la ira del pueblo que se sintió desprotegido y totalmente desorientado sin nadie que se hiciera cargo del timón en medio de la avalancha. Todo de república bananera, la incompetencia, el victimismo, el politiqueo en medio de un mar de cadáveres. Yo hablo por mi: si hay alerta roja no salgo de casa, al menos en coche, ni mando mis hijos al colegio, y aseguro las ventanas, y rezo y me preparo física y mentalmente para lo peor. Yo ando más alerta que el sheriff de Kansas City cuando sabe que los pistoleros han llegado a la ciudad. La única y triste lección de todo esto es que se nos han visto las costuras a todos, algo que nosotros experimentamos con nuestro volcán. El tema contenedores es francamente tercermundista y hoy mismo he visto referencias al mismo en medios nacionales. En 1957 fue el desastre de Breña Alta con un montón de víctimas y la gente sigue fabricando en los barrancos. También en el 57 fue el desastre del Turia en Valencia con más de trescientos muertos. Y bueno, en 1826 fue el mayor desastre natural de la historia de Canarias, un temporal que sólo en Tenerife causó más de trescientas víctimas, pequeñas montañas cambiaron de lugar, barranqueras quedaron enterradas y desaparecieron 600 viviendas, barcos se hundieron etc. Hay que tener en cuenta que las islas estaban muy poco pobladas aún, así que los porcentajes son aterradores. En pocas palabras cambió el paisaje de Tenerife, como recientemente cambió el paisaje del Valle de Aridane. Todo cambia, todo cambia, desde el mismísimo Diluvio, y la culpa no la tuvo Noé por haber construido el arca. Alerta, brothers and sisters, que de pronto y sin saber como estamos en Kansas City y una riada de pistoleros está llegando a la ciudad. Y el Sheriff, el alcalde y el gobernador saben que llueve sobre mojado. Alerta roja, y por favor, que se mojen los políticos. Y por cierto, ¿cuántos contenedores van a enviar a Valencia?.